mejor miedo que lástima
Por si el dolor fuera poco, durante aproximadamente tres meses y medio no ha habido día en que montarme en el metro de Madrid no me haya provocado ansiedad.
Uno de los efectos que la densidad de población y las inercias de esta ciudad tienen en mí es la sensación de que nunca me cruzo con las mismas personas, que cada día veo decenas de caras nuevas en la calle y los trayectos de metro. Supongo que esto se debe, en realidad, a que nunca me he fijado tanto en las personas. Sin embargo, cuando me he transformado en un Sísifo cuya condena consiste en mirar compulsivamente los andenes de cada estación desde la ventana de su vagón de metro, a causa de un delirio paranoide surgido tras una ruptura ligeramente (bastante) traumática, he podido comprobar que ciertas caras, de hecho, se repiten, pero rara vez son de gente conocida.
Yo sabía que cualquier día, entre cientos y cientos de caras, tenía que aparecer forzosamente aquella cuya visión me iba a provocar con toda seguridad un ataque de histeria, un infarto de miocardio, un derrame cerebral o hacerme pis encima, como mínimo. Pero no fue así. No ha aparecido, por suerte para mi dignidad y mi arteria coronaria. Además, el estrés remite a medida que comprendo que Madrid es una ciudad de más de un millón de caras y que, por otro lado, nadie ha muerto de un infarto por encontrarse a su ex.
En todo caso, en las bajadas del pico de ansiedad se abrían paso los deseos de venganza: ojalá poder causarle la misma angustia que yo he sentido. Tuve ideas. Vestirme entera de blanco, y pasar el día recorriendo andenes de la línea 9 toda despeinada, andando a cámara lenta y poniendo cara de aparición cada vez que llegue un tren en el que pueda ir él. Incluso hacer el pinopuente, andar a gatas hacia atrás llegado el momento, girar la cabeza 360 grados y gruñir. "¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu ex?". Quedarme debajo de su ventana durante horas, mirándola fijamente, y alejarme sin decir nada cuando me vea. Llamar por teléfono a su trabajo, chillar hasta agotar el aire de mis pulmones y después colgar. Tocarle al telefonillo a las 3 de la madrugada dos días a la semana. No es que no haga cosas de loca porque no se me ocurran, ya veis que se me ocurren. She's so crazzzzzzzzy (he doesn't love her).
En todo caso, quedo a disposición de toda chica falta de ideas para perturbar la psique de su ex.
Un abrazo, stay toxic.
Almudena
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